lunes, 11 de julio de 2016

Carao, Cassia grandis


Cassia grandis fue descrita por Carlos Linneo, el Joven y publicado en Supplementum Plantarum 230. 1781[1782]..2





El carao o cañafístula cimarrona es un árbol natural de América Central y las zonas costeras de las Antillas. Suele usarse como  abortivo, para el tratamiento de enfermedades del pecho y como bebida para combatir la anemia. Está comprobado su excelente resultado en este último tratamiento, debido a su enorme contenido de hierro.




El carao es un árbol grande y coposo, de follaje verde claro en los meses de abril y mayo, posterior a su floración; antes se queda desnudo de hojas; pero, casi inmediatamente, entre marzo y abril, al menos en el trópico seco hondureño, se viste de rosado. da gusto verlo, entonces. Rosado y señorial. En dos o tres semanas, una vez que el primer botón a reventado, el carao deja su verde oscuro que lo acompaña; más bien lo cubre, de julio a febrero. da gusto verlo, repito, con rosadas flores en ramilletes, pero que se desprenden en pétalos individuales para formar una agradable alfombra en el suelo, alrededor de su extendida sombra.



 Tiene hojas filicíneas compuestas de 10 ó 15 hojuelas verdes y ovales; alcanza con facilidad una los quince metros de altura, mientras su sombra, con forma de sombrero mexicano, se entiende por unos, nada despreciables, 150 a 200 metros cuadrados, que, en todo caso, se calculan a la redonda.



Taxonomía
Superreino: Eukaryota
Reino: Plantae
División: Magnoliophyta
Clase: Magnoliopsida
Subclase: Rosidae
Orden: Fabales
Familia: Fabaceae
Subfamilia: Caesalpinioideae
Tribu: Cassieae
Subtribu: Cassiinae
Género: Cassia
Especie: Cassia grandis


 Su fruto parece un alargado chorizo, de esos que cuelgan en los mercados populares o en las ventas artesanales de carne. Más de medio metro de una vaina cilíndrica que  en los primeros meses es verde y, en la época de floración (marzo y abril, mientras el sol aprieta y reseca al más carnudo y grasiento de los humanos), de café oscuro, casi tirando a negro. Adentro no está el contenido de la caja de pandora, mucho o poco pedir, sino que una especie de gavetero ciego, pues la semillas están, aplastadas? No precisamente, sino que contrachapadas, sin estar aplastadas; como quien coloca chapita sobre chapita, dejando la semilla dentro; pero con espesa miel oscura de un olor que no a todo olfato humano o animal es agradable: dulce, sí y con mucho hierro incluido.

Entre una y otra semilla hay una moneda frágil, mucho, muchísimo más que la gruesa cubierta del fruto sazón o del que cae y, a veces, se clava sobre el ablandado suelo de las lluvias de mayo; otras veces se ensartan en los tejados de lámina, como una lanza del Caballero de  la Triste Figura (solo que con más fuerza y empeño natural); y, finalmente, en otras ocasiones, es mejor no estar bajo un árbol de carao entre mayo y junio, cuando el viento es rachado; porque toda cabeza peligra, como bien lo refiere un relato costumbrista de Pompilio Ortega.
 El  sabor es tirando a dulce, pero de miel que no es de caña ni de abeja, sino de carao; porque los sabores y los olores, señoras y señores, como decía un maestro de ceremonia que una vez escuché, y ya no recuerdo en qué lugar de la Mancha, solo los tiene uno presentes en la memoria;  y eso solo se consigue oliendo y probando.


Pese a la dureza de su concha, con la cual (por cierto, puede uno defenderse atacar a  un malviviente o defender se un mal queriente) las hormigas ¡vaya poder el de su saliva! lo perforan, junto a otra legión  de insectos que yo no he estudiado todavía; por eso, algunas veces, cuando caen, ya han sido profanados por esos diminutos insectos que, seguramente no son quienes los propagan. Es muy probable que roedores y otros mamíferos nocturnos, tal como hacen los murciélagos con muchas especies de árboles, son quienes los propagan, porque entre junio y agosto se ven los brotes nuevos entre matorrales y pastizales, endebles y humildes, aunque no tanto como un ser humano en sus primeros 18 meses.



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